Elecciones y crisis del imperialismo en EE.UU (I)

 

Esta elección presidencial en los EEUU -que el 8 de noviembre de 2016 se realizan en su 58ª versión- tiene un condimento particular, tanto en lo interno del funcionamiento del sistema imperialista norteamericano como en el curso mundial de crisis del sistema capitalista. Cualquier análisis sobre esta elección que no parta de esta condición objetiva, carece de valor científico, por extensión, político, en nuestra opinión.

Ninguno de los dos candidatos representa progreso social para el pueblo de los EEUU. Ambos representan continuidad: en su lucha intestina defienden la función capitalista desde diferente interés sectorial del poder económico. Así, Donald Trump, de 68 años, empresario multimillonario, se postula a la Presidencia por el Partido Republicano, apareciendo como defensor del mercado interno y el trabajo estadounidense. Postula posiciones reaccionarias, anti inmigrantes, más allá de aparecer como crítico de la élite política estadounidense, a la que se propone defenestrar desde su populismo facistoide.

Se coloca en el podio como representante, en nuestra opinión, no de la clase política tradicional -Demócrata o Republicana-, sujeta a las grandes corporaciones, sino de la gran y media burguesía empresarial industrial del país, que tiene intereses en el desarrollo del mercado interno, sostener una economía cerrada en el capitalismo nacional. Sin embargo, cuando la economía de los EEUU creció, fue en base a una política imperialista de desarrollo mundial del sistema capitalista.

Estos sectores se ven y sienten ahora como defensores internos, y centros del sistema capitalista nacional. No quieren pagar la crisis mundial de su mismo sistema -como lo manda su naturaleza de clase- que ha ido desintegrando la producción en los EEUU para dirigir los capitales a través de las trasnacionales a lugares donde la relación del valor de la fuerza del trabajo, y residencia de las materias primas, permiten producir a más bajo costo. Condición que a partir del fin de la II Guerra Mundial, permitió al capital norteamericano extenderse por el mundo, proceso que no ha sido contenido por los gobiernos demócratas ni por la oposición republicana, la que domina el Congreso de los EEUU desde hace tiempo. En la realidad, dos partidos en línea de representar solo los intereses concentrados del complejo corporativo industrial-petroquímico-financiero-militar.

Donald Trump hizo su campaña electoral interna en el Partido Republicano, visitando los centros fabriles que aún quedan en los EEUU. Yendo a los barrios de trabajadores que dependen de la venta de su mano de obra al empresario nativo. Es por esta razón que sectores del movimiento obrero -en la defensa de su condición de asalariado- chocan con la inmigración. Migrantes que, tanto en EEUU como en el mundo, es forma y contenido en que el sistema mundial capitalista ataca las conquistas sociales de los trabajadores, produciendo mayor número de desocupados, lo que conduce a la baja del salario debido a la competencia que se produce por los puestos de trabajo.

No se trata de un problema de nacionalidades, sino de cómo el sistema capitalista -en su etapa imperialista final- redistribuye la crisis que le genera el mercado, disputando el valor del trabajo, para deprimirlo, atrasarlo, en lo que hace a su participación de la renta nacional y la construcción de los PBI nacionales. Por esta razón, la industria de los EEUU está sometida a la importación de manufacturas, lo que hace a parte central de su crisis.

Un ejemplo, es la gran concentración financiera del poder económico imperialista trasnacional, que al no generar mercado interno con poder adquisitivo, terminó en la Burbuja Financiera y la bancarrota de la Lehman Brothers Holdings Inc., fundada en 1850, compañía global de servicios financieros. Similares situaciones se dieron en la gran banca de inversiones europeas, en particular España, Portugal, Irlanda, Reino Unidos, Grecia, donde el Estado salió a sostenerla, junto a EEUU, con una inversión de 700.000 millones de dólares.

Un Estado que tanto Republicanos como Demócratas, en sus políticas históricas, defenestran, promoviendo su permanente reducción en aras del “Libre Mercado” del Liberalismo económico. Política que está aplicando ahora Mauricio Macri en la Republica Argentina, y que se intenta restaurar, desde el Gobierno de facto, en el Brasil.

A la candidatura de Donald Trump es necesario interpretarla como salida desde un Partido Republicano que perdió su origen- allá por los años de 1860, con Abraham Lincoln, el “abolicionismo” contra la “esclavitud”, y fue expresando en la realidad, el unicato partidario con que se realizan las elecciones en los EEUU. Una de las razones de por qué solo vota, en promedio, poco más del 50% de la población inscripta, cuando en EEUU el voto no es obligatorio. Condición que está indicando -en realidad-, que es mucho menor al 50 % formal, debido a que existe una parte de la población que no se ha inscripto para sufragar.

Una de las condiciones del voto para elegir Presidente es el “indirecto”, a través de los denominados “electores”, que suman 538, los que forman el Colegio Electoral. Un Colegio Electoral en el que una mayoría de 270 “electores” (o delegados) deciden quien ganó las elecciones, cuando, en realidad, solo se expresó un poco más del 40 % de la población de EEUU.

En este marco general, entra la primera postulante presidencial femenina en la historia de los EEUU: Hillary Clinton, representando al Partido Demócrata, ganándole en un final reñido al postulante de centro izquierda del PD, Bernie Sanders, el que, finalmente, durante la Convención Demócrata, terminó llamando a votarla.

Hillary Clinton es representante del complejo financiero, de Wall Street, de las 7 hermanas, las grandes petroleras, y del complejo militar-industrial. Más allá de su “defensa del derecho de la mujer y las niñas” para el acceso en igualdad de oportunidades, es la misma que defendió y protagonizó la Guerra en Irak, comprometida, también, desde el Departamento de Estado, en la Guerra en Libia. Tiene denuncias en la prensa norteamericana -como el portal de noticias The Canary-, que revelan que la candidata demócrata a la Presidencia de EE.UU., Hillary Clinton, formó parte de la dirección del gigante industrial francés, Lafarge, al que se acusa de financiar, por lo bajo, al Estado Islámico. La hoy candidata demócrata a la Presidencia ha sido defensora de una política exterior dura de los EEUU, más agresiva incluso, y a la derecha del mismo Presidente Barak Obama.

H. Clinton, en nuestra opinión, es la dirigente que expresa más claramente una política neoliberal a ultranza en el plano interno. Por extensión, a la dominación mundial desde una “uní polaridad” tan ansiada por los Gobiernos de EEUU, lo que el pensador marxista italiano Antonio Gramsci calificaba de “hegemonía social, política y económica”. Una condición que los EEUU, a pesar de ser la potencia militar atómica mayor del planeta, no ha logrado sostener. Esta es la razón por la que venimos calificando, desde hace años, que la historia vive “la pérdida de la hegemonía imperialista en el mundo”, a pesar de la formal desaparición de la Unión Soviética y el (mal) llamado campo socialista.

El sistema no ha logrado imponerse a la humanidad- fuera de algunos éxitos circunstanciales-, imponiendo, por ahora, gobiernos afines a su política global, en Argentina y Brasil. Paraguay u Honduras, solo son referentes menores de esa condición. En Siria, Medio Oriente, Europa, Asia, el imperialismo norteamericano ha perdido toda hegemonía. Esto es un triunfo de los pueblos en su lucha social por el progreso.

HILLARY CLINTON, DONALD TRUMP, Y EL NACIONALISMO REACCIONARIO EN EEUU

Mientras que Hillary Clinton a la que alguna “izquierda y demócratas bobos” se desgañitan en presentar, mínimo, “como el mal menor”, mientras, sobre el final de una política del Gobierno demócrata –cuando debería despegarse de la de Trump-, su actuación ha sido la que conduce a aplicar lo que en la política en los EEUU se denomina un Neo-Paleo-conservadores 1)Neo-Paleo- conservadores Referencia a la Sarah Palin, ex Gobernadora de Alaska y dirigente del sector recalcitrante del Partido Republicano, el Tea Party, que aun siendo socialmente minoritarios, esgrimen como política de Estado profundizar el proteccionismo hacia el interior de EEUU, como de abierta intervención en el mundo, tanto en la economía, la política y en el rol de gendarme internacional de EEUU.

Su estrecha ligazón con los centros neurálgicos del poder imperialista, el principal, Wall Street, la ubican en esta línea de acción, más allá del programa combinado que desarrolló Barak Obama en sus dos gobiernos. Un Gobierno que vino especialmente a la Argentina a felicitar a Mauricio Macri y su combo, como respaldo político efectivo y continuo, sea quien sea el nuevo Gobierno en los EEUU.

Donald Trump es expresión de la crisis mundial del sistema capitalista en el mundo. Y naturalmente, de la enorme crisis de la cual no ha salido la economía norteamericana, la que se asemeja a la crisis de 1929. Su “nacionalismo” es de una derecha que reacciona mirando hacia dentro del país. Lo que lo asemeja a una “burguesía nacional”, desenvuelta en su papel histórico de imperialismo en el mundo. Una condición a la que debe responder, porque es allí desde donde EEUU pudo desarrollarse históricamente, aunque D. Trump pretende no aceptar su responsabilidad en la crisis, menos aun, ser su depositario.

Por eso Donald Trump y el Partido Republicano, vienen presentando un programa de corte netamente “Paleoconservador”, de defensa del mercado interno, la vuelta al desarrollo industrial, tecnológico, de EEUU. Desde allí, choca con los “tratados de Libre Comercio”, un libre mercado que afecte el producto interno. Una política “aislacionista” de los problemas del mundo. Claro! no reconocimiento que ha sido la política de los Gobiernos de los EEUU –demócratas o republicanos- los grandes responsables de la condición actual de un mundo “en Guerra”, como dice el Papa Francisco.

Donald Trump, rechaza la inmigración, una política afirmativa de las minorías étnicas en los EEUU. Al mismo tiempo, sostiene una política de buenas relaciones con China Popular, régimen con quién, lejos de coincidir políticamente, lo ve como un mercado inmenso para una repotenciada industria de los EEUU: mil cuatrocientos millones de habitantes. En política exterior, el Partido Republicano da un firme apoyo al Estado Sionista de Israel, marcadamente contra el Estado Palestino, una política que está supeditada a la evolución del curso en Medio Oriente.

De llegar Donald Trump a la Casa Blanca, aplicando su política “aislacionista”, una reducción del papel del Estado al interior de los EEUU y el mundo, mantener a EE UU en una “guerra permanente” en la zona, conduce a la sangría del erario público, chocando con una política de relanzamiento del mercado interno y la producción industrial. En otras palabras: volver a poner en el mundo el “Made in USA”, ahora cambiado por la de países con costo de la fuerza de trabajo y producción de materias primas con bajo costo en relación al nivel logrado por el movimiento obrero de los EEUU.

EL PAPEL DEL PUEBLO NORTEAMERICANO

En esta elección, nuevamente, el pueblo de los EEUU que participará electoralmente, no tiene dos opciones distintas en su estructura, sino dos formas que sostienen una misma estructura histórica del papel de EEUU en el mundo. Esta vez, en condiciones sociales, económicas, políticas y militares que procesan una concentración de la historia.

Mientras que, a partir de 1990, la condición de la historia aparecía como un mundo “unipolar”, donde la “hegemonía” del imperialismo de los EEUU decidía la vida del planeta, colocando gobiernos neoliberales, conservadores, sometidos a la política “del garrote” de Roosevelt, en esta época con los Reagan, o los Busch después, el sistema capitalista mundial se tragó una píldora de cianuro creyendo que era de menta: mientras festejaba con champán francés la “caída de la URSS, el fin del socialismo y de las ideologías, de la historia” cuando los Fukuyama, pitonisos del sistema, le erraban al curso que seguía la historia-

Hoy, 26 años después, se han desarrollado experiencias de un concentrado valor social en los pueblos del mundo. Lejos de someterse a la esclavitud de la potencia económica y militar, las masas han desarrollado el anticuerpo necesario para ir avanzando, a pesar de los golpes recibidos -como en Argentina hoy-, sostenidos en la mejor cualidad de los pueblos del mundo: su conciencia social.

Conciencia que es la que garantiza el desarrollo de la especie humana, de la vida misma, en la naturaleza. Si bien no existen Gobiernos que comprendan y analicen este curso en forma abierta, el mismo se procesa en la dialéctica del curso social. Destacar la simbiosis que se está produciendo en el pueblo de los EEUU, en particular de sus capas jóvenes, los que no ven salida dentro del sistema político, el programa y la política de ambos partidos, Demócratas y Republicanos, una perspectiva para su país. Aparece con fuerza simbiótica, natural –entonces– lo que produce la síntesis de la dialéctica: los pueblos del mundo empujan la historia, construyendo direcciones en forma permanente, aun cuando una parte sean solo transitorias.

La aparición de Bernie Sanders en el Partido Demócrata encuentra un sentido que encamina al progreso de los EEUU. Cuando un individuo se anima a analizar la crisis del sistema capitalista en el mundo, su repercusión directa en los EEUU, es porque están las bases para un salto dialéctico de la lucha de clases en la sociedad en el camino de la construcción de una nueva sociedad.

De la misma manera, cuando aparece un Donald Trump, proponiendo lo que calificamos -en nuestra opinión-, un “nacionalismo burgués de derecha”, estando Trump en las antípodas de Sanders, ambos detectan la misma condición, una igual realidad dentro de EEUU y el mundo. Solo que D. Trump procura imponer una salida hacia adentro de la gran nación, cuando la historia muestra que la única salida a la crisis de crecimiento de la humanidad, se procesa abriéndose al mundo, encarando socialmente la construcción de una nueva sociedad.

Es coherente con la realidad que EE UU no puede sostenerse eternamente con una economía que se apoya en la explotación del mundo, sin que reciba de la humanidad una reacción natural. Los problemas que le plantea al Reino Unido de Inglaterra, el triunfo del Brexit, son los mismos que propone resolver Donald Trump en los EEUU, volviendo a la economía interior como blasón, como escudo, ante la crisis mundial del sistema. En Inglaterra, Francia, Alemania, etcétera, esta política aparece como una “derechización”, un triunfo del fascismo –por ejemplo- que en las zonas proletarias, fabriles, triunfe el Brexit, o Marie Le Pen aumente su apoyo en Francia, cuando en realidad -como viene sucediendo en EEUU- se trata de una defensa que hace la población para contener la crisis del sistema capitalista. Es la misma defensa del huelguista, frente al “amarillo” o “rompehuelgas”.

Una condición de la naturaleza de la crisis del sistema capitalista mundial que muestra, clara y descarnadamente, que su ciclo de expansión se acaba rápidamente en tiempos y espacios de la historia, la cibernética, el desarrollo de la ciencia. Que lo que antes, en sus crisis “cíclicas”, significaba años, o decenas de años, ahora es a la velocidad, al ritmo en que su economía y generación de mercado no encuentra salida, una forma de producir y distribuir que no da para más.

Nosotros, aplicando a Carlos Marx y Federico Engels, hace 20 años hemos concluido que el sistema capitalista ha entrado en lo que los maestros del marxismo analizaron y previeron en el curso de su desarrollo final. Se viene produciendo la unión de la lucha de clases, con lo que calificamos como “Rebelión de las Fuerzas Productivas”. En síntesis, en que la humanidad se muestra capaz de producir para tres veces y media su población mundial, mientras que el sistema capitalista no puede superar la negación que le significa su inevitable concentración financiera, como medio único de supervivencia. Por eso existen cada vez menos humanos “ricos en dinero” pero si más “ricos en la concentración del dinero”.

En los EEUU, el 1% tiene similar ingreso y poder económico que el 48 % de la población. En el resto del mundo este axioma es superior, de acuerdo al coeficiente Gini, una medida de la desigualdad, ideada por el estadístico italiano Conrado Gini. Esta es la realidad que hoy no puede superar el sistema capitalista.

La lucha de clases, en lo social, cultural y político, que lleva adelante una parte muy importante del pueblo de los EEUU, quiere ser escondida, negada por los grandes medios de EEUU y el mundo. Prensa y sistema de Gobiernos que desde el mismo EEUU, pretenden asimilar a un pueblo sometido y arraigado en el sistema, sin espíritu de lucha, sin la convicción de construir el verdadero “sueño americano”. La Constitución de los EEUU fue firmada en 1787. Está contenida básicamente en un “Preámbulo y VII Artículos”. Luego se le hicieron 27 enmiendas, las 10 primeras conocidas como Carta de los Derechos. Constitución que en relación al feudalismo europeo y al colonialismo de Inglaterra, era revolucionaria, recibiendo opinión positiva de Marx y Engels.

Lo transcribimos como parte necesaria para poder comprobar, analizar, el curso de la historia en los EEUU. Así, en la Carta enviada a Abraham Lincoln, en 1865, por la Asociación Internacional de Trabajadores -que no lleva la firma de Carlos Marx, es claro que fue por él redactada-, se expresa lo siguiente: “Los trabajadores de Europa sienten positivo que así como la Guerra de Independencia de Estados Unidos inició una era de ascenso para las clases medias, así también la guerra contra la esclavitud hará lo mismo para las clases trabajadoras. Ellas consideran como muy significativo de la época que se avecina, que haya recaído sobre Abraham Lincoln, hijo de la clase obrera y de mentalidad decidida, el haber dirigido a su país a través de la incomparable lucha por el rescate de la raza encadenada, y la reconstrucción del mundo social.”

Marx y Engels veían con objetividad lo que se estaba desenvolviendo, aún como parte del curso industrial de desarrollo capitalista en los EEUU, se elevaba la creación y el papel del proletariado en EE UU, y el mundo. Formaba parte del curso de la lucha de clases, de las formas concretas que éste debía tomar para afirmarse contra el secesionismo esclavista del Sur. De ahí que afirmaron “la simpatía natural que las clases populares de todo el mundo sienten por el único Gobierno popular del mundo”. Tal fue la condición de la etapa de la humanidad.

Resulta, entonces, lógico preguntarse ¿de dónde surge un Bernie Sanders?, que disputó voto a voto a Hillary Clinton la candidatura Demócrata. O en la otra punta, un Donald Trump, que hace una política absolutamente contradictoria, negativa a los intereses imperialistas y su función como cabeza mundial del sistema capitalista de los EEUU. Lo hace para defender a la gran burguesía norteamericana.

Lo que le da sustento a este curso no nace en EEUU, ni finaliza en esta nación, sino en gran medida de lo que viene procesándose en la Rusia de base soviética. O en Medio Oriente, Siria, Palestina, Europa, particularmente la lucha del pueblo de Grecia por romper el cerco de la troika imperialista europea. O en América latina, donde desde Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, se acompaña el curso con la confianza social de sus pueblos, su lucha -no resistencia- sino la lucha por no dar un paso atrás, aun en las peores condiciones que imponen algunos golpes de mano del neoliberalismo en la región.

Las elecciones en EE UU, con sus dos únicos candidatos reales a la Presidencia, expresan una misma condición política del poder imperialista, aún dentro de sus diferencias tácticas de aplicación. Son testimonio de las contradicciones en que la historia de la humanidad se desenvuelve dialécticamente, parte de la revolución permanente en camino a la nueva sociedad socialista.

León Cristalli

Director de la Fundación J. Posadas Internacional y Revista Internacional “Conclusiones”.

2 de agosto de 2016.

Elecciones y crisis del imperialismo en EE.UU (II)
VOZ proletaria 1609

Referencias   [ + ]

1. Neo-Paleo- conservadores Referencia a la Sarah Palin, ex Gobernadora de Alaska y dirigente del sector recalcitrante del Partido Republicano, el Tea Party